En la más alta rama del Caguairán
el tocoloro, apretadas sus alas, sin servidumbre
lanza su inequívoca llamada al Sur.
Solitaria, su bandera de plumas
es generosa con la luz misma.
Escudado en su verde metálico brillante
deja ondear una pluma encarnada, otra blanca
y una tercera azul violado
que el viento esparce
en la conmoción de la Sierra Maestra.
Nadie puede imaginar mayor jerarquía.
En lo más hondo de la pupila
es el AVE-DIOS: la inmortalidad
de un sueño. Allí
donde todo es amor: una gota
de rocío para la Sed de todos.