El llamado de los duendes
Por Ada Oramas
Como un gran cuento de hadas, donde la fantasía brotaba de una piedra o de un pozo, hablaban plantas y animales y no era Pinocho el único muñeco que cobraba vida, porque los titiriteros les insuflaban amor y poesía. Así, la magia inundó calles y plazas, patios y jardines. Era el IV Encuentro de Teatro para Niños y Jóvenes Guanabacoa ’94.
Presenciamos puestas originales, plenas de poesía como Los Ibeyis y el diablo, en la cual se conjugaban la mitología yoruba con el humor criollo y la poesía con títeres manipulados con acierto, por el Teatro de la Villa.
Nace una estrella, nos permitió admirar a una Margarita Díaz, de Juglaresca Habana, una actriz muy profesional que resumió la historia del vernáculo a través de seis personajes en su voz. Observamos su maestría en el manejo de aquellos títeres, hasta el punto que cada uno de ellos mostraba una personalidad propia, con su gestualidad y su habla peculiar. Pinocho, en la versión de Pálpito, fue uno de los grandes momentos del encuentro, porque el cuento llegó a los niños con la frescura de los jóvenes que la recrearon.
Hubo momentos pocos felices, como la puesta de los Gallos de Mimo-clan, pese a que Julio Capote es uno de los consagrados del género, debido a que resultó ─inexplicablemente─ falta de dramaturgia. Una obra que no logró convencernos fue El lobo bueno, dirigida por Raciel Reyes, por ser exponente del teatro dentro del teatro, propio para adultos.
Una de las representaciones con mayor lucimiento ha sido indudablemente El Príncipe Pescado, con autoría y dirección de Alberto Curbelo, que llenó de encantamiento los jardines de La Cotorra, en esa fabular teatralización de actores, muñecos, esperpentos y mojigangas, del viaje de los aborígenes a Europa, donde ellos descubrieron y fueron descubiertos, con un exquisito sentido del humor.
Acaba de finalizar el sortilegio. Pero la fantasía no terminó con esta visita multitudinaria de juglares a Guanabacoa. Ella está apresada por el Teatro de la Villa, porque en la Sala Raúl Gómez García y en La Callecita de los Cuentos seguirá escuchándose el llamado de los duendes.
Periódico Tribuna de La Habana, 1994