El barrio, otra sustancia teatral
Por Jorge Ignacio Pérez
Muy pronto a cumplir sus tres años de fundado (3 de agosto), el grupo Teatro Cimarrón no quiere cejar en su empeño de transmisor de imágenes del barrio, ahora mismo, utilería al hombro, desanda las calles del Cerro, uno de los municipios capitalinos más poblados y complejos sociológicamente.
Es cierta una paradoja impuesta por la vida cotidiana: el teatro comunitario, siendo el más cercano al espectador por sus presupuestos conceptuales, no pocas veces se mueve en ese rol anónimo del haz bien y no mires a quien, sin esperar a cambio la fama mayor o conseguirse a toda costa un rebote hacia los medios de difusión.
Se trata de una manera de hacer específica y tan válida como otras especialidades del arte, de un empeño localizado en estos tiempos en muchos confines del país, influyendo, desde la cultura artística, en otras esferas de la vida práctica y espiritual. En el caso de Teatro Cimarrón, según manifestó a este diario su director, Alberto Curbelo, indaga en los referentes culturales de la población para finalmente teatralizar los espacios y la arquitectura en general del barrio.
Desde el vetusto cine Edison, en la Calzada del Cerro y Zaragoza, sede en muy malas condiciones materiales pero techo propio a fin de cuentas, Cimarrón se integró a la comisión de prevención social del Consejo Popular Las Cañas y potencialmente, indicó Curbelo, trabajan para cerca de 50 mil personas. En breve, a partir del lunes 3, porponen por varias locaciones del municipio la temporada Diez días de teatro en el Cerro, con una amplia programación (teatro para niños y adultos, oralidad escénica) que se inicia con el estreno de La Mujer sola, un texto de Darío Fo con la interpretación de la actriz Ramona roque y además, en el Edison, quedará expuesta la muestra fotográfica 12 actos de fe, sobre el quehacer escénico de varios grupos de la capital, a cargo de Juan Miguel Verdecia.
Estudioso de la experiencia obtenida, fundamentalmente, por el grupo Escambray, en las primeras décadas de la Revolución, Curbelo también se sumerge en este contexto por una motivación estética, un ámbito citadino y en cierta medida marginal que mucha relación guarda con puestas suyas anteriores. «Parto de nuestras raíces culturales. La comunidad me nutre, nos nutrimos mutuamente y así el público siente que lo que está en escena es un segmento de su propia vida. Ese tipo de público actuante, por llamarlo de alguna manera, ofrece una satisfacción incalculable para el creador», dice Curbelo.
Teatro Cimarrón, por sus logros profesionales, obtuvo el año pasado la Distinción de Mejor Colectivo Nacional del Sindicato de la Cultura. Ahora ha recuperado un poco más de las cuatro paredes del cine Edison, luego de más de diez años de cerrado este escenario que, en su época dorada, presentó algunos importantes artistas de paso a pesar de la fuerte competencia que siempre le planteó su vecino cine Maravilla.
Periódico Granma, 1 de agosto de 1998