Las puestas más destacadas
Entrevistado por Bárbara Rivero para la Revista ADE-Teatro, el Titiritero Mayor, Armando Morales, opinó sobre los más sobresalientes espectáculos cubanos para niños en la última década del siglo XX.
BÁRBARA RIVERO: Me interesa que menciones algunas de las puestas en escena que según tu criterio han sido las más destacadas en el llamado teatro para niños.
ARMANDO MORALES: Esa pregunta requiere una especie de paneo por la producción de los últimos años en las diferentes provincias. En este caso voy a comenzar por el grupo de Pinar del Río que logró una sencilla pero hermosísima puesta en escena con el texto El caballito blanco de Onelio Jorge Cardoso, así como la escenificación de El globito manual por el grupo La Carreta de los Pantoja de la Isla de la Juventud. Aquí en La Habana, ha habido puestas en escenas muy lindas como El extraño caso de la zorra gallina y La guarandinga de Arroyo Blanco, ambas del grupo Los Cuenteros de San Antonio de los Baños. En matanzas hay trabajos muy hermosos de René Fernández como Okín, pájaro que no vive en jaula y en Cienfuegos vi una linda puesta en escena de Ruandi de Gerardo Fulleda León y dirigida por Enrique Poblet, donde se utilizaron muñecos muy hermosos y caribeños. Últimamente el grupo de Santiago de Cuba ha florecido con la puesta en escena de Cómo cazar un güije, sobre un cuento de Dania Rodríguez. En cuanto a la temática afrocubana, el grupo de Guanabacoa ha logrado un excelente montaje con el estreno de Los Ibeyis y el diablo de René Fernández. Patakín de una Muñeca Negra de Alberto Curbelo es una excelente puesta en escena en la que no se pueden definir los límites entre el teatro para niños y para adultos. Por eso mismo creo que es uno de los momentos más altos del teatro en Cuba.
Otro trabajo muy logrado de los últimos meses es Cuentacuentos presenta a Aladino, un espectáculo muy bello del que hemos hablado en otras ocasiones, como también nos habíamos referido a La fábula del insomnio que es un buen ejemplo de la importancia de trabajar con un texto de excelente factura. Pero en este caso, no sólo se trata de las bondades de la obra de Joel Cano sino de la belleza de la puesta en escena que logra Raúl Martín. Con esta escenificación, el teatro para niños incursiona en otras facetas como son el vaudeville o el teatro musical. En ella hay un logro excepcional con el uso de la controversia, donde los puntos y las tonadas campesinas le dan un tono criollo de rango nacional y dramático, donde el teatro adquiere un nivel que no siempre alcanza en nuestra escena.
Revista ADE-Teatro, No. 45-46, julio 1995