MI ABUELO, EL VALENCIANO

Por Albeto Curbelo

A mi abuelo materno le decían «gallego», como en Cuba llaman a todos los españoles, sin importar donde hayan nacido. Pero Francisco Mezquida Marí era valenciano. Oriundo de Denia, ciudad de la costa norte de la provincia de Alicante y que, en el año 1010, fuera capital de la Taifa de Denia o Reino de Denia. Región que integró el Reino de Valencia, hoy Comunidad valenciana, reconocida como nacionalidad histórica.
Vino a Cuba de polizón, huyendo de la guerra.
Era bajito y siempre llevaba machete a la cintura. Con él supe de güijes y otros mitos de los montes cubanos; aunque, curiosamente, nunca me habló de las fabulaciones de su tierra. Yo tampoco, a esa edad, podía preguntarle y mi abuelo se contentaba con advertirme de los peligros que me acecharían si me adentraba en el río, a cien metros de la casa.
Yo rondaba los cinco años. Y en el fondo del patio estaba el gallinero. No me dejaban entrar porque el gallo, el gran gallo malayo de mi padre, era muy celoso con sus gallinas.
Mi abuelo, que me custodiaba, se entretuvo con su medio vaso de café y yo aproveché para entrar al gallinero y echarle unas migas a los pollitos recién nacidos.
La gallina, prendida del pedacito de pan, me dio la bienvenida con todos sus hijos. Pero el gran gallo malayo alargó su cuello y me miró con sus hundidos ojos amarillos. Su negro plumaje se elevó del musculoso cuerpo y, antes que yo pudiera decir ni «pío», me tumbó con un par de aletazos.
─ ¡Ah, cará…! ─gritó mi abuelo antes de arrojar el vaso y desenfundar el machete─. ¡Me mata el muchacho…!
En el suelo, entre espuelas y aletazos, sólo alcancé a ver el destello del machete y, por los aires, la cabeza rojinegra del gran gallo malayo.
No me clavó las espuelas, por suerte. Sólo recibí unos arañazos y algunos moratones.
El problema, después, fue con mi padre… y mi abuelo valenciano que, por si acaso, dicen que le sacó más estrellas al filo de su machete.