La fiesta de la muñeca negra
Por Elio Fuentes
Niños y adultos disfrutan hace algunos domingos en los Jardines del Teatro Nacional de Cuba, de una gran fiesta de teatro callejero, oportuna modalidad de estos tiempos. Patakín de una Muñeca Negra, versión libre y puesta en escena de Alberto Curbelo, quien se inspiró en Historia de una Muñeca Abandonada, del español Alfonso Sastre, es un espectáculo que trae la idea universal del bien y el mal a nuestro folklore afrocubano. ¿Cómo se logró? Pienso que ese fue el éxito. De una forma sencilla al alcance de los más pequeños, con toques de tambores batá, bailes y cantos de origen yoruba, pregones y refranes se narra esta historia en la que se aprende tanto la moraleja del cuento como las raíces africanas de nuestra cultura.
Incentivo de la imaginación infantil
Globos, máscaras, zancos, el diseño del vestuario, juegos con niños, un gavilán que corre por los techos y se sube a los árboles, el baile del rap y las condiciones naturales de los Jardines del Teatro Nacional, conforman una serie de medios expresivos que ayudan al excelente desarrollo de Patakín de una Muñeca Negra. Los actores de Teatro Caribeño muestran su preparación danzaria, musical y de pantomima que enriquece su desenvolvimiento escénico. Lolita y Paquita discuten por la muñeca negra, Fumiké aconseja y Miraflores decide la situación, todo con gran seriedad y simpatía. ¿Y cómo los pequeños ven a la Muñeca negra? Eso lo reflejan en sus dibujos que después de haber visto la obra pueden llevarlos al Teatro Nacional.
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