Clitemnestra, la del sombrero
Por Ada Oramas
A partir de la visión de Marguerite Yourcenar hemos visto en los últimos tiempos dos versiones de Clitemnestra que la extrapolan de la antigua Grecia y la ponen, por momento, a convivir con los espectadores. En esta ocasión, el personaje sofocliano transgrede las barreras espacio-temporales por las licencias de Alberto Curbelo, llega a la Verona medieval y se transforma, sucesivamente, en Julieta y Romeo; y, a la vez, con el uso de escenas intertextuales, irrumpe en una época contemporánea, con La noche de los asesinos.
Se produce, entonces, el juego que caracteriza a la obra antes mencionada; Clitemnestra mata a sus seres más queridos y se autodestruye en escena, para continuar después representándonos su historia, en una sucesión de géneros, de la tragedia a la farsa.
El Sombrero, título de la puesta, no alude a la protagonista, sino al recurso que emplea para desdoblarse en seres antagónicos o afines, hasta adquirir una cierta invisibilidad que le permite fisgonear sin ser vista. Y así, esta criatura curbeliana toma, sin pedir permiso, el legendario sombrero del poeta Zequeira y lo utiliza en cambios de personalidad, como interlocutor y hasta como amante.
La creatividad de Alberto Curbelo, como autor del texto y de la puesta, muestra su madurez artística tras dos escenificaciones que consideramos antológicas en el teatro para niños ─ Patakín de una Muñeca Negra y El Príncipe Pescado─, ambas laureadas por la crítica y muy aplaudidas por el público, como su reciente estreno de Alita, inspirada en un poema de Paul Eluard.
El Sombrero es todo un reto para la actriz. En realidad, está plasmado como un unipersonal. Por ello, permite canalizar al máximo todas las potencialidades escénicas de la protagonista, Marianexys Yanes. Ella, además de cantar y bailar, asume personajes bien disímiles, y llega a una mujer de la época actual, a través de transiciones que coinciden con los rompimientos dramatúrgicos y los acentos de la guitarra, el platillo, el tambor yuca y la clave ─su acompañamiento─, marcándolo con el ritmo preciso y contribuyendo a la fluidez de la puesta, cuya concepción musical se debe a Osmany Castillo, intérprete de los instrumentos.
Marianexys logra un buen empleo de la voz, a través de la eficacia de sus resonadores, una música adecuada con la proyección requerida de la gestualidad y dominio escénico, lo cual propicia una comunicación total con los espectadores, a quienes hace participar de modo activo en la representación; hasta comparte la escena con algunos y provoca momentos del más puro humor.
Clitemnestra es juzgada a través de sus causales. Es culpable de haber cometido el crimen; pero las circunstancias atenuantes poseen tal peso que quizá merezca la absolución. El público analiza los hechos y comprende al personaje en la orgánica actuación de Marianexys. Su ovación la declaró inocente en el Café cantante del Brecht y, ahora, en el patio de ensayo de la Casa de las Comedias Juan Francisco Manzano. Ella, la del sombrero, nos hace cómplices de sus acciones en cada noche de su eterno juicio.
Periódico Tribuna de La Habana, 10 de marzo de 1996.