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Blog de albertocurbelo
07 de Febrero, 2019 · Críticas

Unipersonal

Mitos de El Sombrero

 

Por Ada Oramas

A partir de la visión de Marguerite Yourcenar hemos visto en los últimos tiempos dos versiones de Clitemnestra que la extrapolaban de la Antigua Grecia y la ponían, por momentos, a convivir con los espectadores. En esta ocasión, el personaje sofocliano transgrede las barreras espacio-temporales por las licencias de Alberto Curbelo, llega a la Verona medieval y se transforma, sucesivamente, en Julieta y Romeo, y, a la vez, la trae a una época contemporánea, con La noche de los asesinos.

Se produce, entonces, el juego que caracteriza a la obra antes mencionada y Clitemnestra mata a sus seres más queridos y se autodestruye en escena, para continuar después representándonos su historia, en una sucesión de géneros, de la tragedia a la farsa.

El cubano, lo cubano está siempre presente en una plenitud sensorial y no meramente gestual; aunque el gesto, la función defensiva y catártica de los movimientos danzarios de Marianexys Yanes ─e, incluso, de su interpretación al cantar─, el permanente choteo y la recurrencia a tipos y caracteres de nuestra vida social, salpica de buen humor y mordaces paráfrasis toda la ficción escénica.

El Sombrero, título de la puesta, no alude a la protagonista, sino al recurso que emplea para desdoblarse en seres antagónicos o afines, hasta adquirir una cierta invisibilidad que le permite fisgonear sin ser vista. Y así, esta criatura curbeliana toma sin pedir permiso, el legendario sombrero del poeta Zequeira y lo utiliza en cambios de personalidad, como interlocutor y hasta como amante.

Esta mujer, sus dudas, sus placeres, sus dolores; esta Clitemnestra contemporánea es el centro del espectáculo teatral. Ella estructura el universo vivísimo de su teatro, no para construir una fábula sino para destruir el mito, oponiéndolo a otros en deformantes juegos escénicos. La ficción textual reproduce escenas intertextuales, pero su interpretación desmitifica personajes y provoca lecturas mucho más reveladoras.

La creatividad de Alberto Curbelo, como autor del texto y de la puesta muestra su madurez artística tras dos escenificaciones que consideramos antológicas en el teatro para niños ─Patakín de una muñeca negra y El príncipe pescado─, ambas laureadas por la crítica y muy aplaudidas por el público, como su reciente estreno de Alita, inspirada en un poema de Paul Eluard.

El discurso escénico de El Sombrero transforma incesantemente la escenografía, el vestuario y la mínima utilería en función de la acción dramática y evolución de sus acontecimientos. Los reevalúa y crea otros espacios físicos, acordes a las necesidades del drama o las reinterpretaciones a que somete diversos personajes y mitos de la literatura cubana y universal, aun cuando la escena no es miméticamente ningún lugar reconocible.

La música en vivo, proyectada y ejecutada por Osmany Castillo, acentúa las tensiones dramáticas y escénicas, interrogando lo que se dice e interpreta sin llegar a reescribir otro discurso. Compulsa al personaje. Lo desplaza hacia otros estadios de su confesión, contrariándola o anticipándose a sus palabras. Al utilizar básicamente guitarra, platillo, tambor yuca y clave crea un collage musical muy cercano a la concepción estructural del propio texto.

El Sombrero es todo un reto para la actriz. En realidad, está plasmado como un unipersonal que permite canalizar al máximo todas las potencialidades escénicas de la protagonista, Marianexys Yanes. Ella no solo asume personajes tan disímiles como Zequeira, Julieta, Romeo, Clitemnestra y Agamenón, sino que llega a una mujer de la época actual, a través de transiciones que coinciden con los rompimientos dramatúrgicos y los acentos de la música. Marianexys logra un buen empleo de la voz, a través de la eficacia de sus resonadores, una mímica adecuada con la proyección requerida de la gestualidad, dominio de la escena, lo cual propicia una comunicación total con los espectadores, a quienes hace participar de modo activo en la representación y hasta comparte la escena con algunos, que provoca momentos del más puro humor.

Clitemnestra es juzgada a través de sus causales. Es culpable de haber cometido un crimen, pero las circunstancias atenuantes poseen tal peso que quizás merezca la absolución. El público analiza los hechos y comprende al personaje en la orgánica actuación de Marianexys. Su ovación las declara inocente. Ella, la del sombrero, nos hace cómplices de sus acciones en cada noche de su eterno juicio.

 

Revista Tablas   

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publicado por albertocurbelo a las 05:59 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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