Un festival contra todos los pronósticos
Por Lilliam Mansor-Coats / Inés María Martiatu Terry
La favorita del público, como de nosotros, fue Patakín de una Muñeca Negra, escrita y dirigida por Alberto Curbelo con el grupo Teatro Caribeño. Curbelo, un joven escritor de cuentos y de teatro para niños, creó esta pieza basada en Historia de una muñeca abandonada del español Alfonso Sastre, La muñeca negra de José Martí y diferentes elementos de la cultura cubana de origen yoruba. Utilizando danzas, canciones, globos, zancos, tambores batá, proverbios y pregones, este patakín (palabra yoruba que significa cuento o leyenda) narra las desventuras de una muñeca negra de Nigeria y su relación con dos niñas que luchan por la posesión de la muñeca. La muñeca actuada por Monse Duany deviene un juguete humanizado que se mueve y habla para los niños. El soberbio entrenamiento de la actriz y el movimiento del cuerpo, particularmente el extraordinario uso de sus manos y ojos, incitó la curiosidad de muchos niños que se aproximaban a ella y la tocaban para ver si era una muñeca.
Participaron muchos otros personajes que representaban fuerzas de la naturaliza, así como fuerzas del mal, la justicia, la generosidad, la envidia y el amor maternal. El personaje de Kuni Kuni, el bailarín de Rap, fue hábilmente actuado por Vladimir Espinosa que demostró su entrenamiento actuando y bailando. La favorita de los niños fue Fumiké, la vendedora de globos (Sonia Boggiano), como también el gavilán (Julito Reyes) y el narrador (Julián Villa). Ellos tres rápidamente lograron una estrecha relación con los niños por medio de diferentes juegos interactivos relacionados con la trama de la obra.
Curbelo concibió esta pieza para ser representada en espacios abiertos y naturales. En el Festival Internacional de Teatro de La Habana, fue representada en los jardines del Teatro Nacional. Él, magistralmente incorporó la vegetación, los árboles, escalones y techos. El acompañamiento de la música en vivo, cantos afrocubanos y el toque de tambores batá fue una parte integral de la representación y agregó el elemento lúdico mediante el cual los niños fueron entusiastas y activos participantes.
Tuvimos suerte en presenciar el espectáculo de pie, detrás de una mujer que había asistido a cada representación. Ella se sabía las canciones de memoria, a pesar de que muchas de ellas eran cantas en yoruba y actuaba casi como una narradora. Ella sabía exactamente dónde nos debíamos pararnos para evitar interferir con el trabajo de las Nubes; ella también sabía dónde los niños debían sentarse para recibir los mejores regalos que se distribuían al final: globos, caramelos, y otras chucherías que son prácticamente un lujo en la Cuba de hoy. Por supuesto, al final de la representación hubo una pequeña disputa entre dos madres que discutían sobre un globo. Nuestra segunda narradora rápidamente llamó a Fumiké, que trajo a la muñeca a la discusión. Con sus encantadores movimientos y su voz, la muñeca fue capaz de pacificar a los adultos que no parecieron comprender mucho este patakín.
The Drama Review, 39, 2 (T. 146) Sumer, 1995. New York and the Massachusetts Institute of Technology.