Radio Baracoa
Cruzada Teatral en Baracoa
Con el teatro sobre la tierra
Por Richard López Castellanos
Los lugares de esta tierra donde por estos días se presentan un grupo de actores de varias provincias cubanas pueden tener nombres tan sugerentes como La Perrera, Naranjal del Toa, Paso de Cuba y Palma Clara; y quizás luzcan como escenario un descampado sitio entre montañas rociadas por constantes lluvias o calentadas por intermitentes rayos de sol.
Esas condiciones persisten en acompañar a los protagonistas de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa, que desde 1990 ayudan a transformar durante horas las costumbres de personas que viven en intrincados, bellos y a veces desolados parajes.
Es lo que sucede ahora mismo en sitios del Consejo Popular de Nibujón, que por su extensión y por tener muchos asentamientos cercanos a la carretera que une a los municipios de Baracoa y Moa es una de las zonas donde más actúan los artistas del elenco ocasional del principal evento de la cultura comunitaria en Guantánamo.
Mientras tanto, pobladores del Consejo Popular de Sabanilla esperan recibir mañana al personal de la cruzada como se hace con un viejo amigo.
Teatro a cuestas
Este domingo se registrarán en la Primera Villa de Cuba treinta de las doscientas actuaciones previstas por los colectivos de la Cruzada teatral Guantánamo-Baracoa en seis municipios de la más oriental de nuestras provincias.
En una experiencia que como siempre comenzó el 28 de enero para enaltecer la humanidad del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, los niños han sido otra vez espectadores y público privilegiados para actores del Teatro Guiñol de Holguín; Adarga Teatro (Camagüey); Teatro Campanario, Proyecto Río y Unidad Circense Carpandilla (Guantánamo); y Teatro Cimarrón (La Habana).
En Tabajó, Consejo Popular de Quiviján, el niño José Luis Navarro Pérez, de 11 años, vio trabajar a un payaso y un mago «para reírme, y contárselo a mi mamá y a mi papá». También para reírse y porque «me enseñaron a hacer magia» asistió a esa función Marialis Suárez Pérez, de 8 años; y para tratar de imitar a los actores cuando sea grande, «que me vean niños de otros países, mis amigos y en mi casa», estuvo la niña Arialis Hernández Grecesqui entre una decena de concurrentes acuclillados o sentados sobre la hierba.
«Es un público de cuidado», dice sobre los pequeños de la serranía baracoense Ángela Liuba Duporté Guilarte, actriz del grupo de teatro Campanario, de Guantánamo, y directora de la cruzada el presente año. Para sustentar la afirmación agrega: «Un niño puede asombrarte con lo que dice sobre una obra que acaba de ver; ya es conocedor, lleva casi veinte años viendo teatro en las montañas por lo menos una vez al año, algo que no hace mucha gente de la ciudad de Guantánamo, donde a veces hay 20 personas en una sala para ver una buena obra».
Anécdotas para recordar
La directora de la actual cruzada es también una de las enroladas en este tipo de «aventuras» desde su comienzo, «cuando la hicimos con mulos para llevar las cosas y caminando kilómetros para poder actuar», y sostiene que hoy la gente acepta y entiende las propuestas a la vez. Muestra de ello ─precisa─ es que este año los niños de algunas comunidades preguntaban por qué no repetíamos El tesoro de Bejerano, una obra compleja puesta en el 2008.
«Anécdotas hay muchas», dice en otro momento Amaranto Ramos, especialista guantanamero de teatro en artes escénicas. Sus coterráneos Caridad González Ferrán y Delia Balón González asienten al oírlo, y entre todos recuerdan cuando en Palma de la Cruz, San Antonio del Sur, los campesinos decidieron posponer una hora la acostumbrada reunión dominical de los feligreses en la iglesia para que los pobladores del lugar pudieran ver la representación teatral.
También conmocionó a todos la caída de Delia en un gran hoyo cuando acampaban por la noche en El Güirito. La joven tuvo la suerte de ser rescatada pronto por un actor, aunque se lastimó con dos pedregones las piernas, un brazo y la espalda. En ese estado enfrentó lo que parecía una ironía: cantar A Baracoa me voy en la siguiente obra.
En Boca de Jauco, Maisí, hubo otro accidente. La actriz Maikel Amelia Reyes, del colectivo habanero Teatro Cimarrón, se cayó de una litera cuando iba a acostarse y se partió un diente. Hoy los actores hablan de una esmerada atención a Amelia en el hospital de Baracoa, y no olvidan el gesto de un pequeñín maisiense que al ver quejosa a Amelia le tendió como regalo un juguete echo a mano por su papá, con la advertencia de que si no lo aceptaba lloraría. «Supimos que era el único juguetico del muchacho, y entonces fuimos nosotros lo que tuvimos que llorar», cuenta Reinier Merollo Abreu, colega de Amelia.
Abreviado recuento
La trascendencia de las cruzadas teatrales por lugares de las montañas guantanameras es evidente. Bastaría para respaldarla un reconocimiento como el Premio Nacional de Cultura Comunitaria en 1999, pero nada puede equiparar la valía de hacer teatro en guerrilla como vivir una experiencia que remueve la sensibilidad de todo quien la siente de cerca.
No se llegará ni se podrá llegar siempre adonde se quiera, pero los kilómetros y caminos que no puedan recorrer los carros que trasportan a los artistas muchas veces volverán a ser transitados por un padre con su hijo, a caballo o a pie, como si fueran a descubrir el mar.