Sortilegio a media tarde
Por Ada Oramas
Las ofrendas de los orichas son la génesis de la comida tradicional cubana, en buena parte. ¿Acaso lo sabía usted?... Esta información fue suministrada por la profesora Marta Sánchez, durante la conferencia que dictó en el acto inaugural del curso en la Escuela de Altos Estudios Turísticos, ubicada en un ala del Hotel Sevilla.
Pero lo más curioso es que al enumerar los platos que forman parte de los rituales en los mitos yoruba, cada uno de los dioses sincretizados por la fantasía de los negros esclavos era personificado por un actor de la compañía Teatro Cimarrón, que dirige Alberto Curbelo y se identificaba con cantos y danzas, así como el vestuario característico de cada oricha.
Así, los asistentes al acto pudieron enterarse que deidades como Obatalá gustan de comer arroz con leche, montañas de merengue, manjar blanco, anón y guanábana; en tanto que Ochún prefiere panetelas con miel, calabaza y platanitos cocinados con vino, azúcar y canela, un antecedente de los plátanos en tentación.
Anteriormente, otra conferencia, del profesor Emilio Arredondo, ilustró a los estudiantes sobre la vinculación de la cocina cubana a la cultura de nuestro país, al punto que aparece en obras maestras de la literatura criolla, en citas de Cirilo Villaverde, Alejo Carpentier, José Lezama Lima y Miguel Barnet.
La sesión vespertina constituyó un viaje por los platos de la cocina española y africana, a través de la palabra del profesor Ramón Rodríguez, que tuvo un epílogo en la puesta en escena de Teatro Cimarrón, titulada Cantos y bailes, con la dirección artísticas de Alberto Curbelo y una coreografía de creación colectiva.
El monólogo de la madrina de María Antonia, de Eugenio Hernández Espinosa, interpretado con una gran fuerza expresiva por Yolanda Ruiz fue integrando a las deidades a una escenificación multidisciplinaria, de una coherencia y organicidad admirables. Era la unión de liturgia y lirismo, era el engarce de lo imaginado y lo real, era la raíz del folklore cubano, que culminó con una conga, donde profesores y alumnos respondieron al llamado de la tumbadora. Era, quizá, el nacimiento de noches cubanas de singular atractivo, en esos sortilegios surgidos a media tarde, que renacieron en la piscina del Hotel Sevilla.
Opciones para el Viajero, 18 de febrero de 1996.