Revalorizar nuestras raíces históricas
Entrevista con el dramaturgo y director artístico Eugenio Hernández Espinosa, miembro del jurado de teatro
Por Alberto Curbelo
Es el autor de María Antonia, hoy considerada por la crítica como un clásico de la dramaturgia nacional. También, y con similar fortuna, pueden mencionarse en su bibliografía los títulos: Calixta Comité, La Simona (Premio Casa de las Américas 1977), Mi socio Manolo, Oba y Changó y, entre otros monólogos, El Masigüere y Emelina Cundiamor.
Su labor como director artístico la hemos visto en puesta como Tema para Verónica, de Alberto Pedro, y en la casi totalidad de sus obras representadas. Ahora, aunque sin dejar de escribir o dirigir, asume también la dirección general del grupo Teatro de Arte Popular, que en poco menos de dos años ha dado un giro de 180 grados en su quehacer escénico y proyección hacia un público que ha comenzado a perseguir sus puestas.
Eugenio Hernández Espinosa, el Gran Negro del teatro cubano, posee un amplio dominio del habla popular lo que le permite recrear un lenguaje dramático de gran originalidad y valor estético.
«Hay algunos pesimistas ─dice, a propósito de los más de cien títulos que concursan este año en el Premio Casa de las Américas─, que plantean que el teatro latinoamericano está en crisis. Pero lo que está ocurriendo, de facto, es una revalorización de nuestras raíces históricas, idiomáticas, culturales e, incluso, étnicas. El latinoamericano se está dando cuenta de su singularidad y, por ello, su literatura (sin excluir la dramática, como a veces sucede) está adquiriendo una proyección universal».
¿El florecimiento de las tablas latinoamericanas tiene que ver con una búsqueda de nuestra identidad sociocultural?
«Esta edición, al menos en teatro, del concurso que anualmente convoca la Casa de las Américas, está exenta del panfleto burdo y maniqueísta que tanto ha empobrecido la dramaturgia latinoamericana, en particular la cubana cuyo proceso revolucionario continúa liderando las transformaciones sociales. Con sus desniveles, desde luego, en las obras que leí se parte del hombre, de sus contradicciones y esperanzas, con una visión muy optimista del futuro. Esto no es por azar, sino que es parte intrínseca de la cosmovisión latinoamericana.
Su teatro, por ejemplo, no deja a nadie indiferente… Es polémico, aunque tiene más seguidores que detractores.
«A través de la confrontación, he podido reafirmarme la importancia vital que tiene el arte y la literatura como medios de expresión de los pueblos y revoluciones sociales. Es un arma más poderosa que los misiles cuando es verdaderamente arte, literatura.
«El teatro es un instrumento del desarrollo de los pueblos (y no solamente cultural), en la medida en que todos los factores que concurren a escena sean legítimos, honestos, veraces… Este principio es irrenunciable e impostergable. Ya hemos visto cómo una mala obra, un panfleto, es más dañino que cualquier bloqueo o amenaza de agresión, porque nos hipertrofia, nos empobrece espiritualmente, desarmándonos. Mientras que las verdaderas obras, las de genuino valor artístico y que, de una forma u otra, reflejan su época, por polémicas que pudieran parecer, hacen desde las tablas su modesta contribución a la revolución social que en Nuestra América vienen capitaneando Bolívar y Martí, Che y Fidel».
Periódico TRABAJADORES, 7 de febrero de 1989.