Un teatro de ricos
Por Jorge Fiallo
Agosto es un mes que casi todos aligeran en su agenda de trabajo, aunque hay agrupaciones, como los trabajadores de la cultura, que están de «zafra» cuando otros vacacionan. Pero entre las vacaciones hay casos como la compañía Teatro Cimarrón, que por no mirar fechas para venir al mundo, justo cuatro agostos atrás, andan ahora más cargados que nunca en su celebración.
Colectivo Vanguardia Nacional, su objetivo central es la comunidad capitalina del Cerro, donde se presentan en círculos infantiles, escuelas primarias, secundarias y especiales, hospitales y hogares de ancianos, aparte de su sede en el otrora Cine Edison.
También actuaron y orecieron talleres ─otra relación participativa que llevan con su público─ en el mismo Cerro y en municipios matanceros, pinareños y avileños.
Hay un teatro que, por búsquedas estéticas, no por economías, Jerzy Grotowsky caracterizó como teatro pobre: pocos recursos escénicos para desplegar con más intensidad otros elementos expresivos. Teatro Cimarrón, sí por razones económicas, pero también por convicción interna, usa pocas personas y objetos: actores y actrices son también músicos, bailarines, titiriteros, magos, cuenteros…, con escenografía, vestuario y utilería mínimos, generalmente confeccionados por ellos mismos.
Claro, en las ruinas del Edison, que van remozando, ha habido que jugar a una especie de teatro dentro del teatro. No porque la ficción teatral se ubicara fuera de sí misma para entrar en otra ficción, sino porque en ocasiones ha sido necesario olvidar la realidad circundante para imaginar que se ha entrado a un teatro y solo entonces asumir la ficción del espectáculo. Ellos han tenido poder de sugestión para lograrlo, y sus espectadores, la gratitud por ver enriquecido su imaginario, lograrlo, y sus espectadores, la gratitud por ver enriquecido su imaginario.
Un teatro, y un público así, no serán nunca pobres.
Agosto está cargado en su agenda con el estreno de Osaín, del matancero Hugo Araña, en su ya bautizada Sala Dora Alonso para espectáculos de pequeño formato, en lo que fue el balcón del cine; mientras, se sigue renovando abajo, para la Sala La Cueva, y la Galería Olorun que se ha situado en el vestíbulo y paredes de la edificación. Y van mejorando, pero partiendo de la disposición de hacer, cada vez que haga falta, el teatro más cimarrón.
Periódico Trabajadores, 16 de agosto de 1999.