De la soledad y otros demonios de mujer
Por Eberto García Abreu
Hubiera preferido estar libre del compromiso de presentarles el espectáculo que verán de inmediato ─no porque eluda con frecuencia los compromisos, todo lo contario─ sino por sentir igual placer que ustedes, al descubrir la nueva puesta en escena de Alberto Curbelo, Ramona Roque y el Teatro Cimarrón.
Cuando la actriz nos haga llegar los susurros de los cantos de cuna repetidos, una y otra vez, será demasiado tarde para abandonar este sitio. Lo será también porque estas notas de advertencia, despojadas de cualquier propósito aclaratorio, seguramente llegarán después del impacto de las imágenes que esta mujer sola, desprenderá del espacio, el tiempo, las memorias, sus ilusiones y las desesperadas metáforas alucinadas que nos ofrenda. Alucinaciones que son, igualmente, su gesto de auxilio y su grito de alerta. De rutinas y encierros está llena la soledad irónica de esta mujer. Devota o iconoclasta, ingenua o calculadora, vengativa o temerosa, ella, es el centro del universo más antiguo asociado a la condición femenina: las cuatro paredes de su casa. Sólo que en su esado, el ambiente se hace más contaminante, los hijos, el marido y el cuñado la lanzan cada vez más hacia el vacío, la impulsan hacia las puertas, verdaderamente convencida, atravesar la puerta del no partir.
De cualquier modo, Ramona y Curbelo, han incorporado el aliento poético del texto de Darío Fo, Premio Nobel de Literatura 1997, a las prácticas escénicas tradicionales de su colectivo. Veamos, entonces, este espectáculo como un proceso de desvelamiento de nuevos horizontes creativos, a partir de los cuales ampliar las opciones de desarrollo de los propios artistas y de búsquedas de nuevos rostros en el auditorio. El texto de Fo, que tantas versiones ha encontrado en nuestros escenarios y más allá, después de su estreno por Franca Rame, regresa en aras de una dimensión peculiar de la síntesis entre los procedimientos típicos de la comedia del Arte ─inspiración esencial del personaje─ y los tipos escénicos de nuestro teatro bufo y vernáculo. He ahí un gesto explícito de recurrente pesquisa en nuestra herencia teatral y cultural asumida por el director y la actriz al estructurar la propuesta con la que, felizmente, trabajando y creando con entrega absoluta y compromiso indiscutible, celebran los tres primeros años que vislumbran arduos caminos futuros del Teatro Cimarrón